6/1/14









Buenos días Cicely! Os habla Chris, la voz de la mañana. 
Hoy al despertar automáticamente he corrido hasta el árbol de Navidad, de esa Navidad que se nos escapa ya entre las páginas del calendario de sobremesa, esperando encontrar los regalos del día de Reyes. Necesitamos jugar, también los adultos, para olvidar por un momento esta vida demasiado seria  en muchas ocasiones. Esta mañana los niños andan ocupados abriendo sus regalos y disfrutando de las sorpresas que han recibido para que no olviden la importancia del juego. El hombre es la especie animal que más tiempo dedica al juego una vez que se convierte en adulta. Crecemos, pero seguimos jugando al fútbol, al risk o a enamorarnos, pero jugamos. Jugamos con nuestros amigos, con nuestros hijos o con nuestro perro. Jugamos en el parque a plena luz del día, o en la cama, con las luces apagadas… Y mientras jugamos transformamos la seriedad de nuestro día a día y la convertimos en algo relativo, algo que puede esperar, que no es para tanto, que nos podemos jugar. Nuestra mente se centra en el juego y aparta los problemas a un lado. Por eso este es tan importante. Lo importante no es ganar o perder, lo importante es desconectar. Después, el cansancio físico, el dolor de tripa de tanto reír o ese choque de palmas aminoran el shock del regreso a la realidad lo mismo que los camiones y muñecos suavizan la vuelta al colegio de los más pequeños mañana mismo ya. Sartre dijo: No podemos ser nada sin jugar a serlo. El psicólogo de la universidad de Tennesse Gordon Burghardt ha descubierto que no solo los perros y los monos juegan, también lo hacen las avispas, los peces y los reptiles por ejemplo. Es decir, todas las especies animales “juegan”. Mediante el juego desarrollan sus destrezas, reafirman los vínculos entre individuos, mejoran su salud. El juego pues no es exclusivo de los niños, o del ser humano. Somos animales, y como tales, por eso mismo, jugamos. Feliz día de ilusión amigos!

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